Hubo una vez un limosnero que estaba tendido al lado de la calle.
Vió a lo lejos venir a el rey con su corona y capa.
"Le voy a pedir, de seguro me dará bastante"
pensó el limosnero y cuando el rey pasó cerca le dijo :
"Su majestad, ¿me podría por favor regalar una moneda?"
aunque en su interior pensaba que el rey le iba a dar mucho.
El rey le miró y le dijo :" ¿Por qué no me das algo tú?
¿Acaso no soy yo tu rey?"...
el mendigo no sabía que responder a la pregunta y dijo :
"Pero su majestad...yo no tengo nada!".
El rey respondió : "Algo debes de tener...busca!".
Entre su asombro y enojo el mendigo
buscó entre sus cosas y supo que tenía una naranja,
un bollo de pan y unos granos de arroz".
Pensó que el pan y la naranja eran mucho para darle,
así que en medio de su enojo tomó 5 granos de arroz y se los dió al rey.
Complacido el rey dijo: "Ves como si tenías!"
Y le dió 5 monedas de oro, una por cada grano de arroz.
El mendigo dijo entonces: "Su majestad...creo que acá tengo otras cosas",
pero el rey no hizo caso y dijo :
"Solamente de lo que me has dado de corazón te puedo yo dar".
Es fácil en esta historia reconocer como el rey representa a Dios,
y el mendigo a nosotros.
Notemos que el mendigo aún en su pobreza es egoísta
y no se desprende de lo que tiene aún cuando su rey se lo pide.
A veces,
Dios nos pide que le demos algo
para así demostrarle que El es el más importante,
muchas veces nos pide ser humildes,
otras ser sinceros o no ser mentirosos.
Nos negamos a darle a Dios lo que nos pide,
pues creemos que no recibiremos nada a cambio
sin pensar en que Dios devuelve 100 veces más.
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