Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, vida,
Porque nunca me diste ni esperanza fallida,
Ni trabajos injustos, ni pena inmerecida.
Porque veo al final de mi rudo camino,
Que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
Que si extraje las mieles o hiel de las cosas,
Fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas,
Cuando planté rosales, coseché siempre rosales.
…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno,
Más, Tú no me dijiste que Mayo fuera eterno.
Hallé sin duda largas noches de mis penas;
Más no me prometiste tan solo noches buenas;
Y en cambio tuve algunas santamente serenas…
Amé, fui amado, el Sol acarició mi faz.
Vida, nada me debes. Vida, estamos en paz.
Amado Nervo