La vida es una isla en un océano de soledad,
una isla cuyos macizos de rocas son esperanza,
cuyos árboles son sueño,
cuyas flores son soledad y cuyos arroyuelos son sed.
Tu vida hermano mío,
es una morada solitaria separada
de las viviendas de los demás hombres.
Es una casa en cuyo interior
no puede penetrar la mirada del vecino.
Si se hundiese en las tinieblas,
la lámpara de tu vecino no podría alumbrarla.
Si estuviese vacía de provisiones,
no podrían llenarla las despensas de tus vecinos.
Si estuviese en un desierto,
no podrías pasar a los jardines de los demás hombres,
labrados y cuidados por otras manos.
Si se levantase en la cumbre de una montaña,
no podrías bajarla al valle hollado por los pies de otros hombres.
El espíritu de tu vida, hermano mío,
está asediado por la soledad
y si no fuese por esa soledad y ese abandono,
tú no serías tú, ni yo sería yo.
De no ser por esta soledad y este abandono desolado,
llegaría a creer, al oír tu voz, que era la mía;
y al ver tu rostro,
que era yo mismo mirándome en un espejo.
Gibrán Jalil Gibrán