Reconozco mis dones espirituales y los expreso.
La presencia de Dios en mí no es sólo la fuente de ideas divinas,
sino que también me da la habilidad de actuar según ellas.
Determino utilizar mis dones espirituales para contribuir
a un bien mayor en la Tierra.
Trato de discernir mis dones, desarrollarlos y expresarlos plenamente.
Estoy receptivo a nuevas ideas y alerta a la inspiración divina.
Me entusiasmo al identificar un llamado en el
cual invertir mi tiempo y mis talentos.
Siento la paz interna que proviene de estar en armonía con mi propósito.
La presencia de Dios en mí me inspira a expresar
los dones espirituales y siento gratitud.
Todos somos canales por medio de los cuales la obra de Dios se realiza.
Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.
Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo.
—1 Corintios 12:4, 6
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