Y los dones de la naturaleza escapan de la globalización de nuestra época, donde, al parecer, a todo se le puede poner un valor material.
El sol sale cada mañana sin esperar recompensa.
Los árboles florecen en primavera sin pasarnos la factura, y el amor llega sin pedir nada a cambio.
No se puede pagar por el milagro de despertar un día más.
No se le puede poner precio a las emociones que fluyen en un encuentro, en una conversación, en una mirada.
No se le puede dar valor material a una caricia de amor, a una sonrisa sincera, al nacimiento de un ser, a la fuerza de los elementos, al regalo de conocer otra persona, a la libertad de sentir, a la libertad de pensar, al placer de sentirse bien con uno mismo, al placer de estar sano.
Al parecer, todo está en venta y todo tiene precio, pero las realidades más simples y más lindas de la vida siguen siendo no negociables, siguen siendo un regalo de la vida, un milagro que no podemos comprar ni vender.
Juan Bonilla
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