Cuando me extiendo junto al mar,
existe el agua y su palpitación
y un cielo azul cuya profundidad
es demasiado grande para mí.
Sentir el mar, su lentitud viviente,
es la magnificencia y el olvido,
pero sentir la vida de los camaradas
en ser el camarada de uno mismo.
El cielo inmóvil tiene su razón, lo sé,
pero la razón que hay en nosotros
existirá aún cuando este cielo
haya sido borrado por el viento y el frío.
Y es verdad que ese frío llegará,
más pronto de lo que desearíamos.
Pero, como escribe John Steinbeck,
«¿de qué serviría la calidez del verano sin el frío
del invierno para darle dulzura?».
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