Érase una vez un alma cándida que se
dejó seducir por otra alma, que fatal
e irremisiblemente con él jugaba.
Sin pensar en el sufrimiento que al incauto
causaba, para forzar su voluntad, con
otros coqueteaba: se divertía viendo como
le encelaba, mientras, ufana con su
conquista, de orgullo se llenaba.
Tanto dominaba el arte de la seducción
el alma cautivadora, que la alma cautiva,
en un espejismo de amor, se abandonó
a su tiránica voluntad, manipuladora,
egoísta e inhumana.
Aquella pobre alma, indefensa, perpleja y
bienintencionada, quedó presa en la tela de
araña que, tan bien tejida, le envolvió
por sorpresa y, sin quererlo, perdió su
voluntad, su corazón y todos sus confusos
pensamientos se debatían entre la verdad
de su vida y la mentira así presentada.
Todo lo que era el pobre, otrora dueño de
su propia voluntad, su mente y su alma,
estaba en peligro de ser anulado por
el alma seductora, que como una mantis
religiosa, se divertía a su costa y las
fauces para devorarle preparaba.
Le fue robado el corazón, su mente
fue forzada y su alma se debatía en
una irreal pesadilla de confusos y
contradictorios sentimientos, que
la paz le robaban.
Para que la víctima pudiera recuperar la
libertad y escapar de tan artera trampa,
necesitaba reencontrarse con su alma,
pues junto a ella su mente y su
corazón se hallaban.
Buscó en lo más escondido de su ser,
indagó por todos los rincones de su entorno,
preguntó a todo el que se encontraba
si habían visto por un casual, sola,
huérfana de amor y trágicamente
despistada,el alma que al huir,
vacías le dejó las entrañas.
Y así pasaba el tiempo: buscando la calma
que había perdido junto a su mente,
su corazón y su alma.
Mas, por fin se obró el milagro:
encontró su alma reflejada en una
dulce mirada. En unos ojos verdes, cálidos,
límpidos y enamorados, que junto a él
todo el tiempo habían estado.
Por fin su cuerpo recibió de nuevo a su alma;
su mente descansó de tan ilusorios y
dañinos pensamientos y su corazón volvió
a latir en el sitio del que nunca debió
ser arrancado, con tan dañinas armas.
Ahora sólo desea “pasar página” y olvidarse
de ese capítulo de su vida, que a su
conciencia daña, pues sin querer hacerlo,
hirió a su verdadero e inocente amor,
que junto a él suspiraba.
Y… ¿qué pasó con el alma seductora?
Nada: ella siguió con su oficio, seduciendo
a otras almas despreocupadas y, como la
rueda de un molino, sin descanso gira,
a poco que haya viento o que corriente lleve el agua.
En este cuento hubo una heroína inocente
y callada. Mas no hubo bruja malvada;
pues el alma seductora así misma se engañaba,
creyendo que actuaba por amor, aunque
su error, a otras almas dañara.
Estas cosas asombrosas con cierta frecuencia
pasan, pues la rutina a los sentidos engaña:
nos hace creer en patrañas que al buen
juicio extravían y contaminan el alma.
Moraleja: Resiste a la tentación. Pues no hay
más verdad que al alma tan bien le venga,
que el estar siempre atenta y segura…
“cada oveja con su pareja”,
renovando el amor cada mañana.
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