¿Por qué estaré yo tan ciego
que veo lo que no es
y, en verdades siempre lego,
mientras al vicio me entrego,
vivo la vida al revés?
¿Por qué, si sé que mi Dios
habita dentro de mí
y, marchando de Él en pos,
le digo tan pronto adiós
con tan necio frenesí?
¿Qué me vela? ¿Qué me ciega?
¿Qué extraña fuerza me guía?
¿Qué ser nefasto me entrega,
muy a pesar de mi brega,
do llegar yo no quería?
¿Por qué, si quiero hacer bien
hago, sin embargo, mal?
¿Por qué tan flojo sostén?
¿Por qué he de decir amén
de manera tan fatal?
¿No tendré la voluntad
para hacer lo que yo quiero
y, en busca de la verdad,
desarraigar la maldad
de mi enorme superego?
¿He de seguir tan maltrecho?
¿No seré capaz, al fin,
de hacer que brille en mi pecho
la luz del deber bien hecho
cual brilla en un paladín?
Ayúdame Tú, Señor,
posa tu mirada en mí
y será seguro así
el que yo me haga mejor.
Francisco-Manuel Nácher López
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