El necio discute para ganar una discusión;
el sabio discute para buscar la verdad.
El necio discute para imponer su opinión;
el sabio discute para someterse a la verdad.
Si discutes con el necio pierdes el tiempo,
si discutes con el terco te irritas,
si discutes con el soberbio recoges ofensas,
si discutes con el sabio te acercas a la luz.
De la discusión madura salen dos personas
en comunión, aunque con distintas opiniones;
de la discusión inmadura
quedan dos personas lastimadas y ofendidas,
aunque coincidan en sus opiniones.
En toda discusión, más allá del tema discutido,
están en juego:
tu necesidad de dominar y someter al otro,
tu honestidad para con la verdad.
Y tu capacidad de aceptar
y respetar al otro como otro, distinto de ti.