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CUENTOS Y LEYENDAS: CUENTO DE HALLOWEEN
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De: UTOPIA (Mensaje original) |
Enviado: 30/10/2009 22:08 |
En mi barrio había una casa misteriosa. Parecía deshabitada y en ruinas, pero cada noche se veía una luz encendida a través de una ventana; sin embargo, nunca nadie había visto entrar ni salir de allí a nadie. Durante la noche de Halloween nos gustaba disfrazarnos, explicar historias de terror escondidos en algún lugar solitario y oscuro, pero aquel año, después de haberlo discutido tantas veces, decidimos entrar en la Casa. En realidad, aunque hacía tiempo que no vivía una experiencia emocionante y me apetecía, algo en mi mente me estaba diciendo que no era buena idea; por eso cuando Alex lo propuso y Laura se apuntó con entusiasmo, tardé en pronunciarme porque no sabía qué hacer. Susana fue más decidida: -No. Yo AHI no entro. Entrad vosotros si queréis. David seguía callado, como yo, y parecía tener ganas de que alguien tomara una decisión, la que fuera, lo antes posible. A Laura le aburría tener que preocuparse de la espera de Susana mientras ella estaba dentro de la Casa. -¿Por qué no? Si tenemos miedo, pues nos vamos y ya está. -Ni hablar. Sé que en esa casa... Se calló en seco. Mientras Alex y Laura le pedían que continuara, David la miró como si adivinara sus pensamientos. De algún modo, yo necesitaba saber si lo que iba a decir era la historia sobre la Casa que contaba todo el mundo o si había algo diferente, pero me quedé mirando al suelo y preferí esperar, porque no quería avergonzarla delante de los demás. -¿Qué pasa ahí dentro? ¡Dínoslo! -insistía Alex. -Bueno... lo hemos oído un montón de veces: que está embrujada y todo eso... ya sé que parecen tonterías pero a mí no me hace gracia. Además, siempre hay algo que hace vida ahí dentro, por las noches... -¡Venga, si está claro que ahí no vive nadie -dijo Laura-! Seguro es gente que va a pincharse... David se tapó la sonrisa con la mano; Alex miró a Laura enfadado. Ella intentó corregir el error: -O no... o... la gente que entra a hacer espiritismo... como nosotros. -¿Y cómo es que nunca vuelven? -pregunté finalmente. -Vamos, dejadlo ya: si nunca lo hemos hecho antes, ¿por qué tenemos que meternos ahí ahora? ¿Es que no tenemos otra cosa que hacer? Yo pensaba lo contrario que Susana: ya que nunca lo hemos hecho, ¿por qué no hacerlo ahora? Estaba claro que Alex y Laura iban a entrar igualmente, y a lo mejor hasta conseguían arrastrar a Susana. -¿Y tú qué dices -preguntó ella, dirigiéndose a David-? ¿O es que nos quieres meter miedo con tanto silencio? David se levantó del bordillo donde estaba sentado y se arregló las solapas de la chaqueta larga y negra. -¿Por qué no hacemos una votación? Alex: -Eso, o lo echamos a suertes -¡Claro, la voz de la justicia! -replicó Susana, con voz de trailer de película de acción. Mientras ellos discutían, David se acercó a mí y me susurró: -No te preocupes. Tenía un tono conciliador, casi paternal. Después, sin dejar de mirarme, levantó la mano diciendo "Yo sí quiero entrar." Un velo de lágrimas se asomó a los ojos de Susana, como le ocurre cada vez que se enfada mucho. -Ah, muy bien, pensé que siendo tan mayor y tan maduro como pareces estas tonterías no te interesaban, pero ya veo que eres igual de crío que ellos... pues venga, ¡todos adentro! Yo no pienso moverme de aquí hasta que no salgáis, y si veo que tardáis mucho llamaré a la policía. Al ver que a Laura no le había gustado nada esa última idea -¿habría algo más humillante que la policía llamando a sus padres después de haberle estropeado la noche?), preferí hablar yo con Susana antes de que la discusión empeorase. -Entiendo que no quieras entrar, pero te prometo que no nos pasará nada. Por favor, vuelve a casa y duerme. Antes del amanecer te enviaré un mensaje. La mirada furiosa de Susana se volvió triste. -Pero... yo pensé que te quedarías aquí conmigo... No supe qué decir. Mientras Laura y Alex caminaban hacia el portal de la Casa, David estaba de pie mirando hacia donde estábamos nosotras; el viento le movía los cabellos ondulados. -Olvídalo: ve con él, te está esperando. Que Dios te bendiga -dijo finalmente Susana, cansada; luego puso delante de mis labios la cruz de oro que siempre llevaba colgada al cuello para que yo la besara: sabía que yo lo haría aunque sólo fuera por tranquilizarla. No quise mirar su rostro por si había empezado a llorar. Entonces noté una mano que se apoyaba en mi espalda. -Vamos. David había retrocedido unos pasos hasta donde estaba yo y me invitó a andar hacia la puerta. La conciencia me dolía por haber dejado sola a Susana, pero una emoción muy dulce se agitaba en mi interior al caminar al lado de David, sabiendo que en unos momentos íbamos a compartir algo; no sabíamos qué, pero algo lleno de misterio que reforzaría nuestra confianza mutua.
La puerta estaba abierta. Alex y Laura no parecían haber encontrado muchas dificultades en abrirla. Seguramente habría sido forzada en otra ocasión. La luz que venía de los faroles en la calle y de la luna alumbraba levemente la entrada, que consistía en un pasillo estrecho y corto, de baldosas rotas blancas y negras, que daba a unas escaleras de caracol. Yo había dejado de pensar en Susana, y subía las escaleras despacio junto a David. Sólo se oían nuestros pasos sobre los estrechos y rasgados peldaños de mármol y, más lejos, las voces de los otros dos. Cuando llegamos al primer piso sólo llegaba luz desde un ventanuco que daba a la parte trasera de la casa. David sacó una linterna de su bolsa y pudimos ver las cuatro puertas que había en el rellano. Las voces de Laura y de Alex, que a ratos reían nerviosamente, se oían ahora amortiguadas, como si vinieran de una habitación con la puerta cerrada. |
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De: UTOPIA |
Enviado: 07/10/2010 17:27 |
Luna negra
teñida de sangre
envuelta en amor
de medianoche
Sedúceme con tus artes
se mi galán esta noche
desvélame tus secretos
espíritu sin nombre
Tus frías caricias
me mantienen cautiva
resbalan mis manos
cubriendo tu cuerpo
en baile eterno
Escalofríos sensuales
torturan nuestro infierno
sentimientos fugaces
en mi mente con cruel deseo
eres mi vampiro
y a ti me entrego.
©Arwen
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De: UTOPIA |
Enviado: 07/10/2010 17:29 |
Acaecía la tarde en el eterno crepúsculo
sobre su tumba lloraba su rostro oculto
recogió sus penas y se fue en un murmullo
mas no sabia la bella dama que su amado
era presa de un don malvado
la noche se apodero de sus lamentos
solo apagados por su inmenso dolor
mas diose cuenta que sola no estaba
su amado la envolvió en un abrazo
y ella creyó morir del sobresalto
besos fríos por su garganta
colmillos que desgarran sus entrañas
muerte que susurra oscuridad
mas ella lo llama por su nombre
implorando su inútil piedad
y el vampiro sediento se revuelve en su goce
al escuchar su voz angelical
sus ojos turbios de sangre reconocen su mirar
tibias lagrimas ruedan por su rostro al adivinar
que casi roba la vida a su amada
por esta cruel ponzoña que recorre su alma
quiere morir entre sus brazos
mas ella acaricia su tierna mirada
y bebe de su sangre envenenada
sellando su destino de amor
siendo eternos para amarse
siendo amantes del dolor. |
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De: UTOPIA |
Enviado: 07/10/2010 17:36 |
Esa lúgubre y tétrica estancia
tapizada de oscuridad inquietante
tenía ese sello de soledad dañina
latiendo en su pecho no palpitante
acaricio mil veces la idea repentina
de cubrir su lecho de rosas negras
amándola sin dudar al terminar el día
dolía el pensar en sus labios de seda
henchidos de esa pasión mortal y tierna
siempre le sedujo el miedo, el olor del miedo
ese aroma que exhalaban las almas perdidas
al terminar con su vida sin miramientos
pero…ella, solo ella, ahora le invadía
nada mas fluía en su existencia,
con ella cesará la eterna soledad
y un beso de sangre la hará maldita
mas será feliz con la oscuridad sin vida.
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De: UTOPIA |
Enviado: 07/10/2010 17:37 |
¿ Porqué me llamaste en tus sueños ?
no soporto tu incesante llanto
tus lagrimas caen como perlas negras en tu cuerpo
en tu alma solo tinieblas, solo silencios vanos
mas no entiendo esa inmensa tristeza
tus días disfrutan del calor de nuestro astro
tienes a quien amar y proteja tu regazo
disfrutas del don de la vida y su increíble belleza
y malgastas tu existencia sin apreciar el amor
ya no tengo corazón para consolarte
ni dulzura para entregarte
solo soy un muerto viviente sin alas ni dolor
deja esta mi morada de sombras siniestras
aleja tu tierna humanidad de mis quimeras
en esta noche llamas mi espíritu depredador
mas olvidare tu mirada lánguida
y seguiré soñando con que un día fuiste mía. |
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De: UTOPIA |
Enviado: 07/10/2010 17:38 |
Tras mi gélido aliento
mil silencios en la nada
tu hermosa cabellera en el viento
recorta un sin fin de sombras malvadas
eres ángel en este mi infierno
señora de mis noches sin esperanza
fuiste como ese sol que nunca siento
como esa ultima sensación difuminada
deje para el olvido
mi vida pasada sin tu dulce destino
añorando ese reflejo
que nunca recupere en mi dorado espejo
florecí en jardín de flores envenenadas
sucumbí al elixir de tus noches de mascara
y ahora duermo a espaldas de tus cadenas
ya solo quiero reposar en mi añorada tierra. |
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De: UTOPIA |
Enviado: 07/10/2010 17:38 |
Flotando en el averno de la locura
bebo el veneno de tus labios
como absenta acaricio tu mirada profunda
no quiero apurar el ultimo sorbo del adiós
desnuda tu alma de recuerdos cálidos
ahora mi presente tu lo perfilas
gimiendo en mis sueños sedientos
donde tu cuerpo es saciado sin lamentos
ardes en la lujuria de mi sangre
consumida en ese fuego distante
en lo eterno de tu existencia
buscas en mi especie con indolencia
una luz tras ese túnel sin salida
caminas por senderos inmortales
bella criatura eres reina de los no muertos
escogida tras miles de siglos intemporales
solo una grieta en tu frágil vuelo
perdiste tu alma y ya no hay regreso. |
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De: UTOPIA |
Enviado: 26/04/2021 20:31 |
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De: UTOPIA |
Enviado: 26/04/2021 20:31 |
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Hace unos años, en un campamento, hubo un grupo de jóvenes que, durante una excusión, se perdió. Tras varias horas perdidos, encontraron a un hombre solitario: llevaba un hacha a la espalda y no les daba buena espina pero, desesperados, le preguntaron cómo se llegaba al pueblo. A pesar de la primera impresión, el hombre resultó ser supergradable: les dijo que se llamaba Yoduloso y les acompañó hasta el pueblo, donde se despidió. Antes, se hizo una foto junto a los jóvenes.
El grupo de jóvenes contó en el pueblo que el hombre que los había llevado hasta allí se llamaba Yoduloso, pero los vecinos de la localidad dijeron que aquello era imposible. El único Yoduloso que había habido en el pueblo falleció hace más de 100 años, y murió de una forma horrible: un grupo de niños jugaba a la pelota y se le escapó, y Yoduloso fue a por ella. Llevaba un hacha en la mano y tuvo la mala suerte de tropezar y cortarse su propia pierna. Murió desangrado.
Los jóvenes escucharon incrédulos y pensaron que, incluso a pesar de las coincidencias del nombre y de que aquel señor también llevaba un hacha, era imposible que se trata de la misma persona. Sin embargo, cuando revelaron aquella foto que se habían hecho al llegar al pueblo, se percataron de algo que les hizo cambiar de parecer: Yoduloso había desaparecido de la fotografía.
[Recopilada en el grupo de WhatsApp de monitores de campamento].
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Un hombre llamado Joseph Blackwell llegó a [....] en un viaje de negocios. Se hospedó en la gran casa que unos amigos poseían en las afueras de la ciudad. Esa noche pasaron un buen rato conversando y rememorando viejos tiempos. Pero cuando Blackwell fue a la cama, comenzó a dar vueltas y no era capaz de dormir.
En un momento de la noche, oyó un coche llegar a la entrada de la casa. Se acercó a la ventana para ver quién podía arribar a una hora tan tardía. Bajo la luz de la luna vio un coche fúnebre de color negro lleno de gente. El conductor alzó la mirada hacia él. Cuando Blackwell vio su extraño y espantoso rostro, se estremeció. El conductor le dijo: “Hay sitio para uno más”. Entonces el conductor esperó uno o dos minutos, y se retiró.
Por la mañana, Blackwell les contó a sus amigos lo que había pasado. “Estabas soñando”, dijeron ellos. “Eso debe haber sido”, repuso él, “pero no parecía un sueño”. Después del desayuno se marchó a la ciudad. Pasó el día en las oficinas de uno de los nuevos y altos edificios de la urbe.
A última hora de la tarde, él estaba esperando un ascensor que lo llevara de vuelta a la calle. Pero cuando se detuvo en su piso, este se encontraba muy lleno. Uno de los pasajeros lo miró y le dijo: “Hay sitio para uno más”. Se trataba del conductor del coche fúnebre. “No, gracias”, dijo Blackwell. “Esperaré al siguiente”.
Las puertas se cerraron y el ascensor empezó a bajar. Se oyeron voces y gritos, y un gran estruendo. El ascensor se había desplomado contra el fondo. Todas las personas que habían a bordo murieron.
[De Historias de miedo para contar en la oscuridad, de Alvin Schwartz].
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Una lámpara rebosante de aceite lanzaba una luz hermosísima y se vanagloriaba de brillar más aún que el sol. Un momento después una ráfaga de aire la apagó. Su dueño volvió a encenderla y dijo:
–Alumbra cuanto quieras, lámpara, pero no te compares. El resplandor de los astros no se eclipsa tan fácilmente.
Cuando se goza de cierta fama no hay que dejarse cegar por el orgullo, porque todo lo que se adquiere se puede perder.
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