El viento tiene un secreto
Que revelarme quisiera
Más, como yo voy de
paso
Me pide que me detenga.
Dice que ha visto al arroyo
Acariciando
a las piedras
Que se han cubierto la cara
Con verdes mantos de seda.
Me siento junto al arroyo
A oír lo que el viento cuenta,
Que las
zarzas de la orilla
Están celosas de las piedras,
Que quisieran verse
hermosas,
Tan atractivas como ellas,
Y se enredan mantos verdes
En
las frágiles caderas
Esperando que el arroyo
Por un instante las vea,
Pero el pasa indiferente,
Pensando solo en las piedras.
Dice el
viento que de noche
Y sin que nadie las vea,
Las zarzas con sus espinas
Rasgan los mantos de seda
Con que se cubren la cara
Las piedras de
la rivera,
Para que al amanecer,
Con la luz se vean feas
Y así,
talvez el arroyo
Vuelva la vista hacia ellas
Que tienen mantos envueltos
En las frágiles caderas.
Pero el arroyo acaricia
De nuevo las caras
negras
De las piedras que tranquilas
No temen el verse feas
Y las
cubre nuevamente
Con verdes mantos de seda.
Las zarzas, que son coquetas
Florecen en primavera
Y le arrojan al arroyo
Sus flores y frutas
negras,
Mientras miran desafiantes
A las renegridas piedras
Que
lejos de impacientarse,
Continúan en la arena
Dejándose acariciar
Por la corriente serena.
Después de algunas semanas
Las zarzas
mueren de pena
Dejando sus esperanzas de conquista bajo tierra.
Tal vez
el próximo año
El arroyo las advierta
Y también las acaricie
Como lo
hace con las piedras.
Las zarzas nunca entendieron
Que no basta el ser
coquetas,
Que hay mucho más que atracción
Entre el arroyo y las piedras,
Y es un amor verdadero,
Aunque esto a ellas les duela.
M. Brandan