AMAR LA VIDA
Porque la muerte está ahí,
en cualquier recodo escondida,
y no sabemos cuándo ni dónde,
¡hay que amar la vida!...
Era un ser delicadamente angelical,
de ojos azules y melancólica mirada,
sonrisa siempre a flor de labios,
corazón noble, alma iluminada.
Aceptándolo todo de la vida
sin reprochar nunca nada,
poniendo antes un silencio
que una palabra amarga.
Pensativo, nostálgico, sereno,
quizá soñador, quizá romántico,
idealista en ese mundo extraño
que está entre lo real y lo fantástico.
Dicen que los amados de los dioses
abandonan pronto la estancia terrenal,
mas pienso que no se lo llevan todo
pues dejan al irse mucho más,
Era de esos pocos hombres
que tienden la mano al pasar,
prestando apoyo a quien lo necesita,
porque aún les importan los demás.
Estoy sola ahora, pensando en él,
siento lo poco que lo conocía,
y que no es posible con palabras
reconstruir y resumir toda una vida.
Ya no sé si importa algo
no es sólo esa sensación de vacío,
es, una vez más, lo cruel e injusto
del destino, de que ya se ha perdido.
Tan poco tiempo le fue concedido
y sin embargo cuántas cosas bellas,
emergen desde todas partes al recordarle,
como en el cielo, cuánto más negro,
hay más estrellas, brillantes para adornarle.
Porque la muerte está aquí,
acechando, para llevarse otra vida,
y porque su muerte me ha hecho comprender,
por él, ¡yo amaré la vida!.