Visitas con Alas
Cada día, cuando estoy en mi cocina, recibo
la delicada, preciosa y esperada visita de
una parejita que he aprendido a apreciar.
Aunque libres como el viento, todos los días
-y a veces, varias veces el mismo día- se
acuerdan de hacer una paradita para
saludarme y acompañarme. Por ello le
estoy agradecida a su Dueño, Quien se
los permite. Lo cierto es que tengo ya casi
3 años de experimentar estos encuentros. Además de otros muchos visitantes que
pululan por el área, esta parejita es la que
siempre llega y se posa de forma tranquila
y agradable sobre el techado de mi
garaje, regalándome todo un espectáculo.
Su acicalamiento, el uno a la otra, me enseña tanto sobre su ternura y delicadeza...
¡me encanta ver cómo se tratan!
Invariablemente, me hace sentir alegre el
verlas aterrizar cada día. Es evidente que
ellas desconocen que hay momentos en que
me encuentro muy ajetreada y acalorada, o
que algunas veces me siento decaída o simplemente estoy terriblemente cansada.
O quizás exhibo de momento un temperamento poco cordial. Pero así sin previo aviso me llega
de repente la visita. Se ponen tan cerquita de
mí, al alcance de mi mano, sin ningún temor.
Y es que parecieran darse cuenta de que
están seguras al otro lado de la malla de
la ventana, y que yo soy la encerrada.
Me causan tanta gracia y hacen que cambie
mi estado anímico en el que me encuentre. Muchas veces hasta me hacen hablarles como
si fueran otro ser humano, como si pudieran entenderme. Es más, a veces me pregunto si
me comprenden porque al emitirles algunos sonidos se ponen más cerquita a mi ventana, llevándome a saludarlas y hasta cantarles.
Yo creo que este es un encuentro divino y maravilloso, en verdad muy relajante y
grato para mí y mi familia.
En medio de todas estas visitas, he podido comprender la profundidad de la Palabra
de Dios cuando nos anima a no preocuparnos
por "qué comeremos o qué vestiremos, que
nos fijemos en las aves de los cielos que
no siembran ni cosechan ni almacenan, sin
embargo el Padre Celestial las alimenta.
¿No valen ustedes mucho mas que ellas?"
La gracia del espectáculo que nos regalan
nos hace ser instrumentos del Señor y recompensarlas con alpiste todas las veces
que llegan. No me cabe la menor duda de que
así mismo nuestro Salvador se encarga
de suplirnos tan sólo porque se deleita en
nuestro amor por Él. ¡Gracias a las cosas
mínimas que nos enseñan tanto en la vida!
Ana de Irigoyen