Te espero en el rincón donde mueren
los miedos, donde la noche susurra
tus promesas al viento, donde el tiempo
se rinde ante tus recuerdos, y mis sueños, amor, llevan tu aliento. Te espero en el aire que guarda tu aroma,
en las sombras que extrañan
tus pasos cautivos.
Te espero en la huella que en mi alma asoma,
marcada por el fuego de tus abrazos vivos. No tardes, amor, que el tiempo me hiere,
y mi paciencia se quiebra en mil cristales. Cada segundo sin ti es un torbellino
que arrasa mi pecho con sus vendavales. Mis labios claman tu nombre al silencio,
mis manos te buscan en abismos de olvido. Eres llama ardiente, yo ceniza errante,
anhelando encenderse en tu ritmo infinito. Ven, amor, que mi cuerpo es desvelo,
un lienzo vacío que te llama al cielo. Tu piel es la brújula de mi locura, tu abrazo, mi paz, mi dulce aventura. Te espero con la pasión que me vestía
aquella noche, cuando tus besos
quebraron mi calma, cuando entregados
al fuego del deseo, nuestras almas
sellaron su llama. Que el tiempo sea un testigo silente,
que guarde el instante donde todo nació. Revive en mí, amor, lo que nunca murió,
porque en mi pecho, por ti, la vida brotó. Te espero en versos que imploran tu regreso,
te construyo en palabras, te inmortalizo en besos. Que el mundo se detenga cuando
llegues aquí, y que tu abrazo, amor,
sea mi principio y mi fin. Porque soy prisión y libertad en tu piel,
la eternidad que despierta en cada amanecer. Soy deseo, ternura y un susurro fiel,
que te promete esperarte…
hasta el último latir de mi ser
Cesar Pinto Muñoz
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