Todo es mío porque nada es mío.
Lo tengo todo porque no tengo nada.
Soy el más rico de los hombres,
pues soy el más pobre entre ellos.
Vuelvo la vista a mi alrededor,
y todo lo que veo me pertenece.
La tierra es mía;
son míos el mar y el cielo.
Y lo pequeño,
como el enorme palacio del visir, también es mío.
Añadía Abú Salam, el pordiosero.
-Lo mejor de todo es que soy dueño de mí mismo.
Las cosas no me poseen.
En relación conmigo también ellas son pobres,
porque no me tienen.
Pobre yo, y pobres ellas, nos entendemos bien.
Sonreía Abú Salam, el pordiosero.
Y quienes lo escuchaban sonreían igualmente.
Pensaban que estaba loco.
No sabían que era feliz.
Autor: Abú Salam
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