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con tu permiso utopia rincon de alicia: mensajes bonitos
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De: fantasia2 (Missatge original) |
Enviat: 13/04/2024 15:08 |
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¿Quién Muere?
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito, repitiendo todos los días los mismos trayectos, quien no cambia de marca, no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce. Muere lentamente quien hace de la televisión su gurú. Muere lentamente quien evita una pasión, quien prefiere el negro sobre blanco y los puntos sobre las "íes" a un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y sentimientos. Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quien no se permite por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos. Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye música, quien no encuentra gracia en si mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio, quien no se deja ayudar. Muere lentamente, quien pasa los días quejándose de su mala suerte o de la lluvia incesante. Muere lentamente, quien abandonando un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de un asunto que desconoce o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe. Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar. Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad.
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Noche callada
En la noche balsámica, en la noche, cuando suben las hojas hasta ser las estrellas, oigo crecer las mujeres en la penumbra malva y caer de sus párpados la sombra gota a gota.
Oigo engrosar sus brazos en las hondas penumbras y podría oír el quebrarse de una espiga en el campo.
Una palabra canta en mi corazón, susurrante hoja verde sin fin cayendo. En la noche balsámica, cuando la sombra es el crecer desmesurado de los árboles, me besa un largo sueño de viajes prodigiosos y hay en mi corazón una gran luz de sol y maravilla.
En medio de una noche con rumor de floresta como el ruido levísimo del caer de una estrella, yo desperté en un sueño de espigas de oro trémulo junto del cuerpo núbil de una mujer morena y dulce, como a la orilla de un valle dormido.
Y en la noche de hojas y estrellas murmurantes yo amé un país y es de su limo oscuro parva porción el corazón acerbo; yo amé un país que me es una doncella, un rumor hondo, un fluir sin fin, un árbol suave.
Yo amé un país y de él traje una estrella que me es herida en el costado, y traje un grito de mujer entre mi carne.
En la noche balsámica, noche joven y suave, cuando las altas hojas ya son de luz, eternas...
Mas si tu cuerpo es tierra donde la sombra crece, si ya en tus ojos caen sin fin estrellas grandes, ¿qué encontraré en los valles que rizan alas breves?, ¿qué lumbre buscaré sin días y sin noches?
Aurelio Arturo
Novato
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Desnudos de mujer
¡Oh la dorada carne triunfadora de esta gentil madona veneciana, que ha sido Venus, Dánae, Diana, Eva, Polymnia, Cipris y Pandora!...
¡Oh gloria de los ojos, golosina eterna del mirar, dulce y fecunda carne de la mujer, suave y jocunda, madre del Arte y del vivir divina!
Húmedos labios a besar mil veces... Líneas de lujuriantes morbideces que el veneciano sol dora y estuca...
¡Oh el delicioso seno torneado!... ¡Oh el cabello de oro ensortijado en el divino arranque de la nuca!
Manuel Machado
Novato
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Canción del ayer
Un largo, un oscuro salón rumoroso cuyos confines parecían perderse en otra edad balsámica. Recuerdo como tres antorchas áureas nuestras cabezas inclinadas sobre aquel libro viejo que rumoraba profundamente en la noche.
Y la noche golpeaba con leves nudillos en la puerta de roble. Y en los rincones tantas imágenes bellas, tanto camino soleado, bajo una leve capa de sombra luciente como terciopelo. La voz de Saúl me era una barca melodiosa. Pero yo prefería el silencio, el silencio de rosas y plumas, de Vicente, el menor, que era como un ángel que hubiese escondido su par de alas en un profundo armario.
Mas, ¿quién era esa alta, trémula mujer en el salón profundo? ¿Quién la bella criatura en nuestros sueños profusos? ¿Quizá la esbelta beldad por quien cantaba nuestra sangre? ¿O así, tan joven, de luz y silencio, nuestra madre?
O acaso, acaso esa mujer era la misma música, la desnuda música avanzando desde el piano, avanzando por el largo, por el oscuro salón como en un sueño.
(A ti lejano Esteban, que bebiste mi vino, te lo quiero contar, te lo cuento en humanas, míseras palabras: Cuando estás en la sombra. Cuando tus sueños bajan de una estrella a otra hasta tu lecho, y entre tus propios sueños eres humo de incienso, quizá entonces comprendas, quizá sientas, por qué en mi voz y en mi palabra hay niebla).
Un largo, un oscuro salón, tal vez la infancia. Leíamos los tres y escuchábamos el rumor de la vida, en la noche tibia, destrenzada, en la noche con brisas del bosque. Y el grande, oscuro piano, llenaba de ángeles de música toda la vieja casa. Aurelio Arturo
Novato
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Clima
Este verde poema, hoja por hoja, lo mece un viento fértil, suroeste; este poema es un país que sueña, nube de luz y brisa de hojas verdes.
Tumbos del agua, piedras, nubes, hojas y un soplo ágil en todo, son el canto. Palmas había, palmas y las brisas y una luz como espadas por el ámbito.
El viento fiel que mece mi poema, el viento fiel que la canción impele, hojas meció, nubes meció, contento de mecer nubes blancas y hojas verdes.
Yo soy la voz que al viento dio canciones puras en el oeste de mis nubes; mi corazón en toda palma, roto dátil, unió los horizontes múltiples.
Y en mi país apacentando nubes, puse en el sur mi corazón, y al norte, cual dos aves rapaces, persiguieron mis ojos, el rebaño de horizontes.
La vida es bella, dura mano, dedos tímidos al formar el frágil vaso de tu canción, lo colmes de tu gozo o de escondidas mieles de tu llanto.
Este verde poema, hoja por hoja lo mece un viento fértil, un esbelto viento que amó del sur hierbas y cielos, este poema es el país del viento.
Bajo un cielo de espadas, tierra oscura, árboles verdes, verde algarabía de las hojas menudas y el moroso viento mueve las hojas y los días.
Dance el viento y las verdes lontananzas me llamen con recónditos rumores: dócil mujer, de miel henchido el seno, amó bajo las palmas mis canciones.
Aurelio Arturo
Novato
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