Introducción extendida:
A lo largo de la vida nos enseñaron a ver el disfrute
como un premio que hay que ganarse:
primero trabajar, luego ser fuertes,
después resistir, y recién ahí “merecer”
un momento de placer.
Pero el goce no es un trofeo que se otorga
a quienes cumplen una lista de condiciones:
es un derecho tan básico como respirar.
Cuando nos permitimos disfrutar sin pedir permiso
—ni a otros, ni a esa voz interna que siempre exige más
— estamos poniendo en práctica nuestro merecimiento.
Estamos diciendo: merecemos alegría,
merecemos descanso, merecemos risas
y colores simplemente por existir.
Hoy, al elegir algo que nos gusta y hacerlo sin culpa,
no solo regalamos un instante de placer a nuestro día:
afirmamos nuestro valor intrínseco
y creamos un pequeño acto de rebeldía
contra la idea de que hay
que ganarse el derecho a sentirse bien.
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Práctica:
Hoy, elijamos algo que disfrutemos:
comamos algo, hagamos una actividad
o vistámonos de una manera que nos guste solo porque sí,
no porque “nos lo ganamos”.
El placer no se gana, se permite.
Reflexión breve:
• ¿Podemos notar qué
parte de nosotros cree que no merece eso?
• ¿De dónde viene esa voz?
Con amor para @todos,
Autora: Micaela.
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