MUJER...
cuántas veces tocaste el cielo
en mis brazos encendidos,
cuántas veces te sentiste
plena, viva, real…
mujer en todo el sentido,
cuando mis caricias
eran oración sobre tu piel.
No fueron solo besos,
fueron alas…
que nacían en tu espalda
cuando te rozaba con el alma,
cuando mis dedos
hablaban el idioma
que tu cuerpo tanto esperaba.
Cuántas veces te vi cerrando los ojos,
mordiéndote el labio,
perdiéndote en un mundo
donde solo tú y yo existíamos…
y el placer era un milagro
que tú misma creabas
con cada suspiro.
Te hice mujer
una y mil veces,
no por tocar tu cuerpo,
sino por honrarlo,
como se honra el fuego,
como se honra la vida.
Te sentiste mujer
cuando temblabas en mi pecho,
cuando tu piel me gritaba
sin palabras,
cuando cada caricia mía
era un himno a tu esencia.
Mujer mía,
tú tocaste el cielo
sin despegar los pies del suelo,
porque yo fui tu cielo,
y tú, mi universo entero.
Y aún lo eres…
Porque cada vez que te acaricio,
te hago florecer,
te hago renacer,
te hago sentir
lo que ninguna palabra puede decir:
que eres amada, deseada, soñada…
y eternamente mujer.


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