Hablaba con un árbol, en voz queda,
como a un niño que duerme.
Le llamo abuelete, dijo ella,
porque es muy viejo,
y el viento agitó las ramas de la copa
confirmando sus palabras.
Me miró con sus ojos oscuros
y una sonrisa dulce y luminosa,
y después abrazó el tronco,
y besó su corteza,
y suspiró.
Y yo quise ser árbol.
autor: Juan Querejeta