Mochila al hombro con un sandwich de roastbeef, unos crudités y un buen brebaje encarnado. Si la excursión se realiza en grupo, una lata de fabada y el resto de acompañantes vivirán un anestesiante tour olfativo:
-El Matadero Municipal -existe uno en cada población- es el perfecto punto de partida. Observar como abandonan este mundo cruel, los animalitos que luego nos engordan resulta una experiencia radical. Un recuerdo para Babe, el cerdito valiente, el pato Lucas o el gallo Claudio. Un descabello en regla.
-Iglesia gótica o catedral. Un escalofrío sacude al visitante nada más entrar. Dada la estación del año y la ausencia de calefacción, las bajas temperaturas suelen ser habituales. Ambiente tétrico, iluminación por los suelos, tumbas de personajes de siglos pasados y espíritus errantes. El órgano en acción garantiza la amenaza de infarto.
-Parque solitario. Los espacios verdes y limitados proporcionan sensaciones tan borderline que los esfínteres no suelen obedecer las órdenes del cerebro. Territorio de desequilibrados con tendencias mortales y dañinas, no solo la noche guarda sorpresas.
-Quirófano de la plaza de toros. Con una mesa de operaciones que parece la del doctor Frankenstein y un foco por el que mataría un anticuario, estos lugares de pavor hay que verlos para creerlo.
-Reunión de la comunidad de propietarios. Se masca la tensión. Los vecinos, con las mandíbulas encajadas, comienzan el tiroteo -literal en ocasiones- y aprovechan la ocasión para meter el dedo en la llaga.
-Pasillos del metro. Los kilométricos transbordos que conectan unas líneas con otras se convierten en escenario de sucesos desagradables y hasta figuran en los archivos de Expediente X. La madrileña estación de Santiago Bernabéu, también conocida como la estación fantasma, acumula un sinfín de leyendas. Ruidos inexplicables y hasta un conductor que asegura haber entrado en un agujero negro alimentan el misterio.
-Descampado. Aventurarse a dejar correr la noche del 31 en un descampado puede deparar encuentros en la tercera fase. Si aguantas la angustia creciente y además, nadie te ataca, ya estás preparado para colocarte de guarda jurado en una nave industrial o similar.
-Delegación de Hacienda. Te van a investigar o, al menos, ese temor es el que tratan de inculcarte los funcionarios que atienden con acidez estomacal las ventanillas. Primero aguantas colas interminables y luego, los empleados de turno se van pasando la pelota como si jugaran a la oca hasta que caes desmayado o te entra un indomable ataque de nervios.
-Debajo de la cama. Por muchos años que tengas, JAMAS deberías abandonar la costumbre infantil de comprobar, antes de acostarte, que debajo del somier no hay nadie. Tápate bien, controla esa mano que cuelga despreocupada... las peores pesadillas toman cuerpo mientras duermes. Acuérdate de Freddy. JA JA JA JA