Debemos luchar contra el espíritu inconsciente de crueldad con que tratamos a los animales. Los animales sufren tanto como nosotros. La verdadera humanidad no nos permite imponer tal sufrimiento en ellos. Es nuestro deber hacer que el mundo entero lo reconozca. Hasta que extendamos nuestro círculo de compasión a todos los seres vivos, la humanidad no hallará la paz. Dr. Albert Schweitzer, Premio Nobel de la Paz.
A UN PERRO COJO Con una pata colgando, despojo de una pedrada pasó el perro por mi lado, un perro de pobre casta
Uno de esos callejeros, pobres de sangre y estampa Nacen en cualquier rincón, de perras tristes y flacas destinados a comer basuras de plaza en plaza
Cuando pequeños, qué finos y ágiles son en la infancia baloncitos de peluche, tibios borlones de lana los miman, los acurrucan, los sacan al sol, les cantan
Cuando mayores, al tiempo que ven que se fue la gracia los dejan a su ventura, mendigos de casa en casa sus hambres por los rincones y su sed sobre las charcas
Qué tristes ojos que tienen, que recóndita mirada como si en ella pusieran su dolor a media asta
Y se mueren de tristeza a la sombra de una tapia si es que un lazo no les da una muerte anticipada
Yo le llamo: psss, psss, psss. Todo orejas asustadas todo hociquito curioso, todo sed, hambre y nostalgia el perro escucha mi voz, olfatea mis palabras como esperando o temiendo pan, caricias... o pedradas no en vano lleva marcado un mal recuerdo en su pata
Lo vuelvo a llamar: psss, psss. Dócil a medias avanza moviendo el rabo con miedo y las orejitas gachas
Chasco los dedos; le digo: "Ven aquí, no te hago nada vamos, vamos, ven aquí" Y adiós la desconfianza
Que ya se tiende a mis pies, a tiernos aullidos habla ladra para hablar más fuerte, salta, gira; gira, salta llora, ríe; ríe, llora; lengua, orejas, ojos, patas y el rabo es un incansable abanico de palabras
Es su alegría tan grande que más que hablarme, me canta "¿Qué piedra te dejó cojo? Sí, sí, sí, malhaya"
El perro me entiende; sabe que maldigo la pedrada aquella pedrada dura que le destrozó la pata y él, con el rabo, me dice que me agradece la lástima
Pero tú no te preocupes, ya no ha de faltarte nada Yo también soy callejero, aunque de distintas plazas y a patita coja y triste voy de jornada en jornada
Las piedras que me tiraron me dejaron coja el alma. Entre basuras de tierra tengo mi pan y mi almohada
Vamos, pues, perrito mío, vamos, anda que te anda con nuestra cojera a cuestas, con nuestra tristeza en andas yo por mis calles oscuras, tú por tus calles calladas tú la pedrada en el cuerpo, yo la pedrada en el alma y cuando mueras, amigo, yo te enterraré en mi casa bajo un letrero: "Aquí yace un amigo de mi infancia"
Y en el cielo de los perros, pan tierno y carne mechada te regalará San Roque una muleta de plata
Compañeros, si los hay, amigos donde los haya mi perro y yo por la vida: pan pobre, rica compaña
Era joven y era viejo; por más que yo lo cuidaba el tiempo malo pasado lo dejó medio sin alma
Y fueron muchas las hambres, mucho peso en sus tres patas y una mañana, en el huerto, debajo de mi ventana lo encontré tendido, frío, como una piedra mojada un duro musgo de pelo, con el rocío brillaba.
Ya estaba mi pobre perro muerto de las cuatro patas Hacia el cielo de los perros se fue, anda que te anda las orejas de relente y el hociquillo de escarcha. Portero y dueño del cielo San Roque en la puerta estaba: ortopédico de mimos, cirujano de palabras bien surtido de intercambios con que curar viejas taras
"Para ti... un rabo de oro; para ti... un ojo de ámbar tú... tus orejas de nieve; tú... tus colmillos de escarcha Y tú, (mi perro reía), tú... tu muleta de plata"
Ahora ya sé por qué está la noche agujereada: ¿Estrellas... luceros...? No, es mi perro cuando anda... con la muleta va haciendo agujeritos de plata.
MANUEL BENITEZ CARRASCO
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