SANÁ.- Ser mujer extranjera en un país como Yemen es, como muchos dicen, ser el tercer sexo. No tiene nada que ver el estatus de una occidental con el de una yemení y la diferencia más visual se concreta en el vestir. En Yemen, las extranjeras pueden no cubrirse la cabeza y llevar sus ropas siempre que sean amplias, de manga larga y les tape toda la espalda. Nada de escotes ni faldas cortas.
Sin embargo, todas las mujeres en Saná, la capital de Yemen, visten a la manera tradicional: cubren todo su cuerpo, excepto los ojos, con una túnica y un velo negro. Algunas, incluso se tapan la cara con un velo que no deja libre ni la mirada, tan importante en el mundo árabe.
Pero esa mitad de la realidad yemení en negro que se ve en las calles, en el zoco y hasta en la administración no tiene nada que ver con el espectáculo de colores que aparece cuando uno, más bien una, se interna en una casa yemení.
Debajo del batut (tunica negra) que sólo se quitan en la intimidad del hogar o en reuniones sólo para mujeres, casi todas optan por vaqueros, pantalones de colores y camisas o camisetas de las que se pueden comprar en cualquier tienda de Europa.
Los zapatos, las joyas y la ropa interior se han convertido en un negocio en Saná, donde comprar telas lujosas y de vivos colores está a la vuelta de cualquier esquina. Eso sí, sólo permitida para consumo interno.
FUENTE: CARMEN SERNA