A menudo se relaciona el estrés femenino con el hecho de compatibilizar el trabajo fuera de casa con las tareas domésticas y el cuidado de los hijos. No cabe duda de que es así, pero menos conocido, aunque de efectos devastadores, es el estrés de las mujeres que trabajan exclusivamente en el hogar.
Aunque haya quien considere esta vida en las antípodas del estrés, la excesiva carga de trabajo, la monotonía, la falta de reconocimiento familiar y social, el hecho de trabajar a cualquier hora y todos los días, una elevada dedicación a los demás por encima de las propias necesidades, un trabajo solitario con poco contacto social... todos estos factores producen altos niveles de insatisfacción, frustración, escasa motivación, agotamiento físico y psicológico y baja autoestima; es lo que se ha dado en denominar "síndrome del ama de casa".
Como ante otro problema, la vivencia subjetiva determinará qué estrategias serán las más válidas en cada caso. Ante el peso del aislamiento, cabe ampliar el mundo de las relaciones. Si un trabajo fuera de casa no es viable, puedes realizar algún curso que te motive, encontrar un espacio donde desarrollar otras facetas de tu personalidad en compañía de otras personas.
Por otra parte, dedicarse a las tareas domésticas no implica que el resto de la familia no deba comprometerse. No dudes en pedir su colaboración. Aprende a verbalizar tus necesidades, los demás no tienen por qué adivinarlas.
El cuidado y la atención a los demás no debe ser motivo para que te descuides a ti misma. Pon límite a tus horarios, aprende a desconectar y a dedicarte un tiempo y un espacio propios.
Y recuerda que el trabajo de ama de casa es de mucha responsabilidad y muy importante, no permitas que nadie lo infravalore. No somos lo que hacemos o lo que consideran los demás sino lo que nos valoramos a nosotras y nuestras acciones.