Envejecer no es una enfermedad. El drama de la vejez no consiste en ser viejo, sino en haber sido joven. Envejecer puede ser amargo y el hombre que envejece con amargura, crece en odios y en resentimientos Cuando llegamos a lo que consideramos inicio de la madurez, deseamos saborear cada momento de nuestra vida con intensidad. Hasta no hace mucho tiempo pensábamos que el hecho de cumplir 40 años marcaba un punto de no retorno en nuestras vidas.
Repetíamos, sin saber lo que decíamos, que lo que no se hace hasta los 40, después.... Ahora, pasados los 50, no creo que sea así para nada. Dice una vieja canción celta: Nunca me preocupé por la edad. Y ahora menos. Lo único que lamento es lo rápido que ha sucedido todo.
Las crisis se suceden unas tras otras: Nuestros hijos mayores nos vienen a agobiar con sus problemas o simplemente nos abandonan, vuestros hombres probablemente empiezan a fijarse en otras mujeres más deseables y bonitas, y nuestras mujeres probablemente dejan de parecernos deseables y bonitas.
No nos da miedo envejecer, solamente NOS MOLESTA. Para no decir que nuestras mujeres también empiezan a encontrar hombres más jóvenes y deseables. Aparecen canas, arrugas alrededor de los ojos, nos cuelga la piel en los brazos y el abdomen irrumpe hacia afuera desagradablemente. Pero no todo es malo, pensemos en lo ganado: experiencia, presencia, libertad, intelectualidad, sensatez.
Cualidades que deberemos tener muy en cuenta antes de declararnos deprimidos al comprobar en cada cumpleaños cómo la fatídica cifra de nuestra edad se acerca peligrosamente a los tres dígitos. Los cuarenta tienen algo de simbólico. De algún modo injusto parece marcar la mitad de nuestra existencia. Ya que la mayoría de las personas no espera vivir más de ochenta años, los cuarenta son el punto de inflexión.
Comenzamos a pensar mucho en el pasado reflexionando sobre el sentido que ha tenido nuestra vida ya transcurrida. Es el período de la meditación, del reencuentro con nuestro interior. A esto se suma que, en nuestro entorno, nuestros conocidos también maduran y algunos literalmente envejecen con una velocidad que nos asombra.
De hecho los vemos y al llegar a casa comentamos: Vi a Fulanita...está destruida, arruinada, ¿estará enferma? Y en silencio rogamos que se trate de algún problema de salud para no imaginar que ella debe estar diciendo lo mismo de nosotros al llegar a su casa. Y a veces los amigos tienen el mal gusto de morirse (a esta edad tan inadecuada) confrontándonos con la realidad de una muerte no necesariamente cercana pero sí más posible, o por lo menos más pensable.
Así nuestros años maduros nos sumergen en el mundo de duelos que nos provocan dolor e inquietud. A partir del próximo día 13, cuando cumplas los cuarenta años, si te cuesta adaptarte al hecho de envejecer (perdón, quise decir madurar), te propongo seis medidas negativas para hacer más positiva tu experiencia:
No juzgues tus nuevas limitaciones como un síntoma de debilidad
No dudes en relacionarte con gente, estar acompañada, expresarte libremente.
No reprimas los sentimientos de tristeza que pueden invadirte.
No trates de ser lo que no eres.
No le pongas frenos a tu vida y déjala fluir.
No tengas prejuicios ni acumules rencores.
Manuel Sotillo Hidalgo
VidaPositiva.com
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