Reír es la mejor terapia contra el tedio y la depresión. Hay estudios que demuestran el efecto positivo de la risa en el estado físico y emocional del individuo. Incluso existen cursos en los que se enseña a reír a los participantes.
No obstante, la acción en sí no tiene mucho valor si no va acompañada de una actitud interior de inteligencia y ligereza. Reír es, básicamente, relativizar todo lo que nos afecta, desde nosotros mismos, al trabajo o a los problemas conyugales. Está percepción es, paradógicamente, muy seria, ya que implica asumir que las cosas no son tan importantes como nosotros nos imaginamos.
Reír no significa burlarse de los demás, sino de la gravedad del mundo y del dolor que nosotros mismos nos infligimos.
La sabiduría popular dice que es absurdo atormentarse por las cosas: si algo tiene solución, ya hallaremos la manera de arreglarlo; si no la tiene, es inútil que pensemos en ello.
En cualquier caso, es más fácil resolver un problema si nos distanciamos de él y lo abordamos con objetividad. Implicarse excesivamente en la realidad no sólo es contraproducente, sino que además resulta poco efectivo. Las personas que se toman la vida demasiado en serio suelen precipitarse en sus decisiones o las evitan por miedo al fracaso. Al reír, asumimos la verdadera dimensión de las cosas y salimos a flote de nuestro vaso de agua.