Por donde pases, deja una huella.
Para eso no es necesario que pises fuerte, que te hagas
con autoritarismo,
que trates de llamar la atención,
con bombos y platillos, no.
No son tus voces de mando ni tu aspereza
ni tu rigor lo que marca
el lugar que has
ocupado en tu trabajo o en tu casa.
Será …eso de ti que has dado con amor:
la palabra
al que necesitaba aliento,
la sonrisa al que se acercaba a ti,
el consejo al que te lo pedía,
la generosidad para comprender
los motivos que llevan a algunos
a cometer errores, a herir , a golpear.
Cuando no te agradecen algo
que has hecho por otro,
piensa que no lo has hecho
con sinceridad,
pues siempre se agradece lo
que es generoso, autentico.
Conozco mucha gente que solo hace favores
para que se lo agradezcan,
o para pregonarlos y que digan:
“ que bueno”, “que maravilla”.
Esos no dejan huellas ni corazones
encendidos en lámparas votivas.
Para dejar una huella,
hay que quedarse un poco
en lo que se hace: la tiza dibujando palabras
en el pizarrón del grado,
la esposa planchando
la camisa del marido, la mano apretando
con tibieza la manito del hijo…
Para dejar una huella, chiquita
como una corola de violeta,
no importa su tamaño,
sino el signo que indique que pasaste por allí.

|