A mis hijos
No quiero dejar tristeza
cuando me marche de aquí,
no quiero que nadie llore
cuando me tenga que ir.
No dejo una gran fortuna
ni herencia que discutir,
ahí les dejó el corazón
lleno de un inmenso amor.
Sólo puedo regalarles
las palabras que escribí,
traté de plasmar en ellas
lo que no supe decir.
No fui nadie especial
no hice nada excepcional,
sólo fui un ser humano
como todos los demás.
Traté de dar lo mejor,
poco fue en lo material,
y yo a cambio recibí
de cariño un gran caudal.
No quiero una despedida
que a ustedes haga sufrir,
no quiero sentirme triste
déjenme partir feliz.
No pongan sobre mi tumba flores
su delicado aroma no podrá
deleitar mis sentidos,
ni a mi alma cautivar.
No lloren queridos hijos
cuando ya no esté yo aquí,
ahí les dejo los recuerdos
para que piensen en mí.
Demos gracias al Señor
por dejarnos compartir,
todos los años que juntos
nos permitió convivir.
Colaboración de Rosalinda Cervantes
México