EXTRAÑOS Y EXTRANJEROS
Me nombras con rabia extranjero.
¿Por qué? ¿Será que mi piel es de matices más claros u oscuros, distintos al color de tus ojos y la ropa que vistes? ¿Por qué te devuelves con desprecio a mirarme? ¿Por qué me mides de arriba hasta el suelo? ¿Acaso medimos distinto? ¿O tu piso está más alto que el mío? ¿Será porque hago el trabajo que a ti te denigra? ¿Será porque vivo más allá del margen de tu ciudad? ¿Será mi acento, mi ropa sencilla? ¿Será mi olor, mi vergüenza, mi forma de hablar? ¿Serán mis creencias, a veces a las tuyas iguales? ¿Será que temes al misterio que traigo de tierras remotas? ¿O será que piensas que soy más que tú?
Te cuento. ¿Quieres que te cuente? Te cuento: Mi país no es peor que el tuyo, tampoco es mejor, es distinto. Yo no soy menos que tú, tú no eres más que yo, somos distintos. Es cierto, hay distancias. Entre lo negro y lo blanco, hay grises. Entre conocimiento e ignorancia, hay voluntades. Entre opulencia y carencia, hay dinero. Entre ser y querer ser, hay esperanzas y sueños. Eso también nos hace distintos. Así es, no somos iguales, pero en el fondo y no tan al fondo, todos somos casi iguales. Porque la verdad sea dicha y me duele decirlo, en mi tierra lejana, ni peor ni mejor, pero distinta a la tuya, si un día cualquiera tú llegas a ella, también con rabia te dirán extranjero. Ya lo ves, no eres tú, no soy yo. ¿La verdad? Todos somos extraños y extranjeros.
Vicente Herrera Márquez
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