Tú, que vienes caminando desde el fondo de mi vida; que traes como bandera la música de tu risa; tú que en tus ojos escondes lo que mi alma necesita; tú, que en mi pecho has vivido por años como dormida y hoy me despiertas de golpe hasta que no da cabida mi pequeño corazón para esta explosión de dicha. Eres el río al que quise ponerle diques un día. Hoy que subió tu corriente ya no hay diques que resistan. En la casa de mi pecho, en mi sueño y mi vigilia, en las calles de mis manos, en la ciudad de mis días, en la patria de mis pasos y en el país de mi vida ven, entra y manda: es tu reino, tu victoria, tu conquista.