En la penumbra de mi espacio
hay una daga encendida de paz.
En el cielo de mi furia
la entera disposición de tu cuerpo.
Callada, así estoy.
En la espera que no suena con el fin,
en la tierna silueta de tu espiritu
colmado de los placeres que esconde tu vida...
¡Mi vida tuya, aún sin ti!
Sin el beso de refugio,
la sabia aparición del ser
que llegó y quebró mi ansia,
perdida en un monte de humos y cenizas,
de recios temblores de quietud,
mansas aguas de tu engendro,
el místico halo de tu luz,
de tu sonata,
de tu prosa,
de tu verso hecho palmas, nubes, cielos
y crepúsculos inciertos.
¡Hala mi alma!
¡Estremece mi ímpetu!
¡Arrástrame a ti!
No me dejes caer en tus medidas inciertas.
Hoy estaré aquí para ti
y vendré cuan ave fenix de tu cielo eterno.
Mañana es tu día,
nuestro día...
¡Mañana espero!
Lucila Hernández