PROHIBIDO QUEJARSE
Pensaba que mi vida no iba bien. Sentía que algo siempre me faltaba. Entonces hablé con Dios.
- Me quejé de lo que me salió mal en el trabajo, pero no agradecí las manos que tengo para trabajar.
- Me quejé de tener que soportar el ruido de mis hermanos, pero no agradecí por tener una familia.
- Me quejé cuando no tenía lo que más me gustaba para comer, pero olvidé agradecer el hecho de tener qué comer.
- Me quejé por mi salario, cuando miles ni siquiera tienen uno por estar parados.
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Me quejé porque no apagaban la luz de mi cuarto al salir, pero no pensé
en que muchos no tienen hogar donde tener alguna luz encendida.
- Me quejé por no poder dormir un poquito más, olvidando a quienes darían todo por tener su cuerpo sano para poder levantarse.
- Me quejé porque mi madre me reprendía, cuando millones desearían tenerla viva para poder honrarla y abrazarla.
Recuerda este proverbio: "Pobre del que, al final del día, no sepa qué agradecer ni a Quien".
¡Que Dios bendiga tu día!
Y ya sabes... ¡no te quejes!