Soplando en el viento
llegué a donde estabas
caí en tu cuerpo como la suave brisa
que te rozaba.
Humedecí tu piel con el rocío de la mañana
y aparecí en tus ojos en forma de lágrimas.
Trepé a los árboles
para agarrar todas las ramas con mi mano
y susurré en tus oídos con el balancear de las hojas.
Te perseguí velozmente en el torrente
de lo transparente del agua, tropezando
con piedras, y plantas que en mi camino encontraba.
Me convertí en la sed que pide a tu cuerpo
saciarla, pero que nunca terminarás de aplacarla.
Fui tu ave guía, elevando mis alas
llevándote siempre a tu destino, a tu llegada.
Fui tu brújula en tiempos de tempestad
para mostrarte siempre el norte
y no dejarte perder solo en el horizonte.
Ahora sólo quiero convertirme en tu pensar
para descifrar los enigmas de tu personalidad.
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