La Rana Auténtica
Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad.
Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que “qué buena rana, que parecía pollo”.
Augusto Monterroso
Cuando vendiste tu alma, Vendiste tu cuerpo Y vendiste tus encantos…. Ya no te queda más que morir. Nunca lo des todo a los demás, Nunca vivas por los demás Nunca hagas por lo que piensan los demás… Porque se volverá en tu contra. Ten la integridad de amarte Sobre todas las cosas Ten la fuerza para luchar por lo que amas Y lo que crees Aunque sean locuras… Ama lo que tienes Y aprecia todo…hasta lo malo… Pero no dejes que te maten Nunca dejes que te maten.
Angélica
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