¿Paz en la Tierra?
Lectura: Lucas 2:8-14
La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da Juan 14.27
No querría provocar una pelea contra un cielo repleto de ángeles, pero debo admitir que siempre me he preguntado sobre la promesa de paz que la hueste angelical les hizo a los pastores en los campos aledaños a Belén. En los últimos 2,000 años, la paz en nuestro palneta ha sido, al menos, un ente extraño. Las guerras siguen cobrándose vidas inocentes, la violencia doméstica es una tragedia creciente, los divorcios aumentan teerriblemente, las iglesias se dividen y la paz en nuestro corazon intranquilo y descarriado parece ser un sueño inalcanzable.
¿Dónde esta la paz prometida? En realidad, pensándolo bien, podemos ver que Jesús trajo todo lo necesario para la paz mundial. Él enseñó el principio de la paz: llamó a las personas a amar a sus prójimos como se aman a sí mismas Y cuando estaba yéndose de este planeta, dijo: "La paz os dejo, mi paz os doy...." (Juan 14.27). El Señor dijo que pusiéramos la otra mejilla, que recorriéramos la segunda milla, que perdonáramos las ofensas, que evitáramos la codicia, que toleráramos las debilidades de los demás, que viviéramos para servirnos y amarnos, como Él nos ha amado.
Parece ser que, en gran medida la paz depende de nosotros. Pablolo confirma en Romanos 12.18: "... en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres". En esta Navidad, regalémosle la paz al mundo en que vivimos al ser un reflejo del Principe de Paz.
Joseph M. Stowell Señor perdonanos por no ser obedientes a Ti, Por no amar tus mandamientos, leyes y decretos por ser colaboradores con el enemigo de nuestras almas al no perdonar a los que nos ofenden y por no perdonarnos a nosotros mismos, ayúdanos Padre amado a que tomemos la decisión de perdonar y amar a nuestros enemigos a no permitir divisiones en la familia, en la iglesia y en mi comunidad, a extenderme en amor a todos incluyendo a mis enemigos, y así poder participar de esa paz que Tú nos has dejado de herencia llevandola a todo lugar donde me encuentre en el nombre de Jesús hazme un instrumento de paz en tus manos. Si yo hablase lenguas humanas y angélicales, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 1 Co 13.1
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