Romance de la Viuda Enamorada
Siempre pegada a tu muro y al filo de tus almenas; siempre rondando el castillo de tu amor; siempre sedienta de una sed mala y amarga de desengaño y arena.
Por que te querre tanto? Por que viniste a mi senda? Quien hizo brillar tus ojos en la noche de mi pena? Que lluvia de mal carino quiso convertirme en yedra, que va creciendo y creciendo pegada a tu primavera?
Ay, que montaña de amor tengo sobre mi cabeza! Ay, que rio de suspiros pasa y pasa por mi lengua!
Yo estaba en mis campos hondos, alli en Castilla la Vieja durmiendome entre molinos y coplas rubias de siega, y era mi vida una noria monotona y polvorienta. Mis hijos venian del campo, con sus camisas abiertas, y en el pulso de sus hombros reclinaba mi cabeza.
Asi, un dia y otro dia, alli en Castilla la Vieja... Una tarde (por los nardos subia la primavera) Una tarde, vi tu sombra que venia por la senda dentro de un traje de pana, tres vueltas de faja negra y una voz dura y redonda lo mismo que una pulsera.
Buenas tardes, Hay trabajo? ~Si~ te dije toda llena de un escalofrio lento que me sacudio las venas y me quito de encima diez anos de vida muerta, bordando en mi enagua oscura una rosa dulce y tierna. ~Esta bien~ fueron tus gracias y, doblando la chaqueta te sentaste a mi lado en el borde de la senda.
Vive este amor de silencio y entre silencio se quema, en una angustia de horas y en un siglo de puertas. El pueblo ya lo murmura en una copla que rueda todo el dia por el campo y de noche en la taberna.
Dicen que si soy viuda y sacan el muerto a cuentas; dicen que si por mis hijos me debia dar verguenza... Dicen, tantas cosas, tantas, que las paredes se llenan de vidrios y maldiciones y hasta a veces de blasfemias.
Mi hijo el mayor (viente años, dulce y moreno), con pena me hablo esta manana: ~Madre, ese traje no te sienta. ni esas flores, ni ese pelo, ni ese panuelo de hierbas... Yo no me atrevi a mirarlo, y me senti my pequeña, como si fuese mi madre la que hablandome estuviera.
Por nosotros, tu no debes vestirte de esa manera... Ay, por vosotros! Os di todo el trigo de mi era; todavia de vosotros mi cintura tiene huellas. Sangre mia que anda y vive y a mi me va haciendo vieja!
Pero es que yo no tengo derecho a querer? Que ciega ley me prohibe que al sol deje mis rosas abiertas? Y que me mire al espejo, y que me vista de fiesta, y que en mi jardin antiguo florezca la primavera? Quiero y quiero! Quiero y quiero! Estan en flor mis macetas; diez ruiseñores heridos cantan amor en mis venas, y me duele la garganta y esta mi voz hecha piedra de tanto decir: "Te quiero como a ninguno quisiera!
Ay, que montaña de amor tengo sobre la cabeza! Ay, que rio de suspiros pasa y pasa por mi lengua! Canten, hablen, cuenten, digan; pueblo, niños, hombres, viejas... Que yo de tanto quererle ne se si estoy viva o muerta!
Rafael de Leon