Una mujer se dijo cierto día:
Si hablare a mis hijos de la manera más dulce o con el tono más bajo, pero no lo expreso con amor, de nada serviría. Si les hablase de Dios, de la fe que le tengo y de las cosas que él puede hacer en nuestras vidas; pero no reflejo su amor en mi vida, nada enseño. Si tuviera la oportunidad de regalar lo poco que tengo, para enseñarles a mis hijos a ser desprendidos y a compartir. Pero en mi rostro no-refleja el gozo de hacerlo, nada aprenden.
Así también, la madre amorosa es paciente y bondadosa con su hijo, a pesar de sabiendo lo impertinente que suele ser a veces. Una madre amorosa nunca compara a sus hijos, no tiene celo o envidia por los hijos de otras madres. Nunca es orgullosa por la forma como corrige, trata o maltrata a sus hijos delante de otros. Tampoco es egoísta con otras madres, y comparte sus experiencias vividas, tampoco es ofensiva con otra madre que pasa tiempos difíciles con sus hijos, la alienta.
Una buena madre no impone su opinión para persuadir a sus hijos que hagan lo correcto, más bien los orienta y apoya en sus decisiones. No se irrita ni se enoja por situaciones cotidianas que suelen darse, sino los escucha y lo habla. No es rencorosa con el hijo que no se porta bien y pasa por alto el error, censura el acto y no al hijo.
Ahora sé... Si realmente amo a mis hijos les demostraré mi lealtad a toda costa. Siempre les tendré confianza, esperaré lo mejor de ellos y siempre los defenderé. Debo recordar que haber sido madre fue un regalo divino, y que tal vez aprenda las mejores técnicas o siga las indicaciones de los mejores profesionales para tratar u orientar a mis hijos, algún día todo ello llegará su fin, pero el amor que les dé, será eterno.
Paráfrasis especial para madres Basada en I Corintios 13
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