En muchas ocasiones a lo largo de nuestra vida nos encontramos con situaciones que nos pueden llegar a causar un gran dolor. La muerte de un ser querido, una infidelidad de nuestra pareja, un despido o una mala calificación en un proyecto en el que invertimos mucho tiempo pueden ser algunos ejemplos de cosas que nos pueden causar dolor emocional.
Formas de superar el dolor
Cuando alguna de estas situaciones se dan, tenemos dos alternativas entre las cuales podemos escoger, podemos decidir lidiar con el dolor, enfrentarlo e intentar negarlo para que, de alguna forma, llegue a reducirse y sea menos doloroso. O bien podemos dejar que el dolor llegue hasta nosotros, nos impacte de lleno sin luchar ni oponernos al mismo y esperar a que vaya pasando sin gastar energía en disminuirlo.
Primera forma: Enfrentarse al dolor
Esta es la primera opción, decidimos oponernos y luchar contra el dolor en lugar de aceptarlo. Estamos malgastando nuestra energía intentando oponernos y dominarlo a base de fuerza y voluntad. Si bien, esto lo hacemos al principio de manera natural, podría ser la peor manera de disolver el dolor. En una metáfora, queremos detener el río con un embalse construido por nosotros mismos. Lo único que lograrás haciendo esto es que la situación dure más tiempo al no dejar que se disuelva, estás reteniendo el sentimiento del dolor con tu “embalse de emociones” y eventualmente te superará aunque lo niegues y terminará ganándote.
Segunda forma: Aceptar el dolor
Otra forma de hacer frente a este sentimiento, es justamente la opuesta a la anterior. Si antes nos enfrentabamos a ella todo lo que podíamos, en este caso ocurre lo contrario. Lo que se hacemos es derrumbar las barreras que instintivamente levantamos contra todo tipo de dolor y dejamos que penetre dentro de nosotros. Resulta dificil hacerlo puesto que nuestro instinto nos lleva hacia el enfrentamiento en lugar de a la aceptación. Una vez que hemos dejado que el dolor nos llene, como recompensa, éste empezará a ser cada vez menor. Si aceptamos que nos duele algo, y dejamos que ese dolor recorra nuestro cuerpo sin impedimentos estaremos favoreciendo que desaparezca más rápidamente.
En resumen…
Digámoslo de esta forma, el dolor vas a tener que sentirlo quieras o no. Si algo es doloroso, es doloroso. Punto. Lo que puedes cambiar es cómo lo vas a administrar, puedes escoger hacerlo enfrentándote a él e intentar bloquear su camino, haciéndo que éste entonces sea administrado en pequeñas dosis de dolor (lo que no significa necesariamente que sea un dolor de menor intensidad) o bien puedes escoger dejar que pase a través de ti rápidamente. De esta última manera, aunque será desagradable (de ninguna de ambas maneras lo será) , podrás continuar mucho antes con tu vida. Tú decides si deseas retenerlo y aguantarlo durante dias, semanas, meses o incluso años, o lo aceptas, abrazas ese dolor que sientes y lo reconoces como tu dolor, y dejas que se libere en mucho menos tiempo.
Fuente: Psicología Práctica