"¡Oh my God!" fueron las únicas palabras que pudo pronunciar Eri Sawairi cuando en pleno aeropuerto de Narita, en Japón, comenzó a moverse el piso como una verdadera centrífuga. La profesora de idiomas de la Universidad Austral estaba esperando su avión de regreso a Chile, cuando se desató el devastador terremoto en el país asiático.
La joven, de madre chilena y padre japonés, tuvo que dormir la noche del desastre natural en plena sala de espera del aeropuerto de Narita, ya que todos los vuelos se suspendieron. Acurrucada en el saco de dormir que le entregaron en las instalaciones, accedió a su perfil de Facebook para enterarse de la catástrofe y contar al mundo que estaba viva.
“Comenzó a moverse la tierra y las vendedoras del aeropuerto te sonreían y pedían calma. Nadie gritó, ni salió corriendo, porque yo los hubiera seguido presa del pánico, pero al contrario todos transmitían una calma tan grande que nunca me asusté”, detalla Sawairi, quien cuenta que nunca se cortó el agua, la luz o las comunicaciones en la zona en que ella estaba.
Una suerte muy distinta vivieron su padre y su abuela en la localidad de Ibaraki-Ken, uno de los pueblos costeros más afectados por el tsunami. El lugar además se encuentra cerca de la planta química de Tokai, la cual se incendió y tuvo fatiga de material.
“Ellos arrancaron hasta un refugio, lugar que habitarán por algunas semanas porque aunque la casa no sufrió tantos daños, están en peligro por la explosión en la planta nuclear. Ellos no tienen ni luz, ni agua y no pueden volver ni siquiera a buscar sus cosas”, cuenta afligida la joven de 31 años.
Con el corazón totalmente dividido entre Chile y Japón, Eri explica que su mayor preocupación durante el terremoto era su familia en Ibaraki, ya que no contestaban el teléfono de la casa y el teléfono del refugio estaba muerto.
“Me contestaron casi después de un día y yo estaba muerta de preocupación. Mi padre tiene una empresa y mi abuela es muy mayor y ahora tendrán que rehacer toda su vida nuevamente”, confiesa la joven que recién pudo arribar a Santiago este lunes.
Eri estaba hace seis meses en Japón gracias a una beca para especializarse en el idioma, la cual comenzó en septiembre del 2010 y terminaba justo el día del terremoto.
El caos provocado por el desastre fue tan grande, que la profesora de japonés perdió sus maletas en el viaje, las cuales se supone deberían estar en Vancouver y regresar esta semana a Chile.
“Perdí mi equipaje con tanto problema en los aeropuertos. Pero es lo menos de todo lo que viví y de lo que ha pasado allá. Porque la gente es muy calmada, tiene todo programado para enfrentar una catástrofe, pero recién están sopesando las repercusiones”, explica Eri Sawairi.