Canto a mí mismo
Y yo he dicho que el alma no vale más que el cuerpo,
y que el cuerpo no vale más que el alma,
y que nada, ni Dios, es mas grande para uno que uno mismo.
Y aquel que camina una sola legua sin amor,
camina amortajado hacia su propio funeral.
Tu y yo, sin un céntimo, podemos comprar el pico
más alto de la sierra;
y el fulgor de una pupila
y un guisante en su vaina
humillan toda la sabiduría del mundo.
No hay otro oficio ni empleo que aquel que enseña
al mozo a ser un héroe.
Y por blando que sea un objeto, puede ser un día
el eje en que descanse la rueda del universo.
Y digo a todos los hombres y mujeres:
Serenad vuestro espíritu frente a los universos infinitos.
Y digo también: no os preocupéis de Dios.
A mi, que todo me preocupa, no me preocupa Dios.
No me preocupa ni Dios ni la muerte.
Yo oigo y veo a Dios en todas las cosas,
pero no lo comprendo.
Como no comprendo que haya nada en el mundo
más admirable que yo.
¿Porqué voy a empeñarme en que Dios sea otra cosa
mejor que este día?
En cada hora hay algo de Dios
y en cada minuto también.
En el rostro de las mujeres
y en el rostro de los hombres está Dios.
Y en mi propio rostro lo veo también cuando me miro al espejo.
Encuentro cartas de Dios en la calle,
cartas firmadas con su nombre
y no las recojo porque sé que en cualquier sitio
encontraré otras semejantes.
Miles y miles me saldrán al paso, puntuales,
por donde quiera que camine.
Walt Withman