En la busca de la felicidad y de la paz,
todos somos viajantes del mundo,
caminando sobre los grises de
nuestros ídolos muertos.
Construimos palacios de oro de
que nos retiramos desencantados y
abrazamos pasiones que en los calcinam
los sueños, a fuego de aflicción.
Seguimos para delante, entre flores
que mueren,luces que se borran,
cnticos que enmudecen...
Sólo existe, en la vida, en verdad,una
edificación que resiste a la ventania
implacable de las horas
–aquella en que nuestra alma recoge
de la arcilla humanala experiencia
necesaria para erguir en sí mismael
templo de la humildad y del amor.
Santuario hecho de sudor y de
lágrimas,en él rendimos culto
incesante a la comprensión y a la
fraternidad,por facultarnos más
amplio comprensión de la Bondad de Dios.
En él, por veces, angustiada soledad nos
aflige, sin embargo,es ahí dentro que
conseguimos silencio bastantepara oír
los llamamientos del Alto que nos aclaman
a la Luz Espiritual,a través de la
renunciação en el bien de los otros.
Y, casi siempre a fin de lo erigís, en el corazón y en la conciencia,es imprescindible padecer
pruebas y dolores que nos aproximen de la vida.
Alcanzándolo, sin embargo, respiramos
en la antecmara de la Vida Más Alta,porque ahí, en ese
recanto indevassável habla el Maestro y oye el aprendiz,asimilando
por fin, la lección que lo integrará en la posesión del
Cielo en sí aún para siempre.
Libro: Visión Nueva - Francisco Candido Xavier - Autores Diversos
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