Luego de un tiempo, dejé de creer en las diatribas de mi propia memoria, y regalé mis opciones y mis miles de caminos y oportunidades a personas que jamás creyeron en sus sueños.
Después de un tiempo, anudé mi lengua para no crearme una fantasía aleatoria a mi verdadero valor, y no parecer descontento a la par de todos aquellos que van marchando a la música que crean unos pocos.
Luego de un tiempo, renegué de todo lo que había visto, oído y presenciado; borré completamente mi memoria, y regresé a mi infancia, donde mi única preocupación fuese no ver las primeras gotas de una lluvia, o no presenciar el último haz de luz de un día de invierno.
Después de un tiempo, dejé mis protestas fuera del vocabulario, relajé mis puños y mis piernas dejaron de correr.
Luego de un tiempo, dejé que mis esperanzas volaran como aviones de papel, y que mis preocupaciones rolaran en el altamar de una cuneta de barrio.
Después de un tiempo miré a mi madre en silencio, e imaginando nuevamente estar en su vientre, me acurruqué a su lado para que me regalara su calor una vez más.
Luego de un tiempo, escudriñé el cielo de día, siendo mi única preocupación ver a esos aviones que dejan una estela tras de sí.
Luego de un tiempo, miré el cielo de noche, siendo mi única alegría el contar las estrellas, y cuando me perdiera, volver a empezar...
Después de un tiempo, cerré mis ojos, reí con todas mis fuerzas, y con todas mis ganas. Y lentamente mi silencio, se fue transformando en una verdadera conversación con mi ser, con mi Dios, con lo que soy, con lo que jamás seré.
Y fue que por un momento... fui libre al fin.