La vida no es sino el reflejo de nuestra propia conciencia
Es una lástima considerar que los hombres lleguen a cierta grandeza solo con lo sucedido; la adversidad, las dificultades y el dolor, conducen al espíritu humano a la perseverancia, estimulando las energías y desarrollando el carácter. En la trayectoria terrena, las dificultades ejercitan la fuerza del carácter, la fe en Dios, la esperanza, el amor al prójimo que, entendidos, experimentados, se vuelven instrumentos más poderosos del progreso del espíritu.
La mejor experiencia es adquirida en el trato cotidiano de la vida, en las relaciones con nuestros semejantes, en la experiencia del ejercicio del trabajo. Es en ese proceso que disciplinamos la voluntad, que tomamos conciencia crítica de lo que debemos y lo que no debemos hacer.
Hay muchas indagaciones en la vida, pero, aun que no podamos responderlas, comprenderlas, sentimos intuitivamente su significado. Las pruebas terrenas son verdaderos desafíos por lo cual tenemos que pasar para alcanzar estados críticos más evolutivos. Cumpliendo con dignidad la escuela de la vida alcanzamos equilibrio para el ejercicio del ser.
El religioso tiene conciencia de que la vida representa siempre lo que pensamos, hacemos, por tanto, es lo que somos. Cada uno crea para si su verdadero mundo. La vida no es sino el reflejo de nuestra propia conciencia. Vivir es creer en el infinito del espíritu. |