Un día sola y triste me encontraba en las anchas sendas de la vida escuché una voz que me llamaba y me decía no tardes mas hija mía alcé los ojos, pues desconcertada; no sabia de donde venia nuevamente escuche la voz que mas tierna repetía no tardes mas hija mía con lagrimas en mis ojos por el dolor y sufrimiento que llevamos acuesta en esta vida mire al final de aquella senda... dos brazos se extendían... era Jesús que me veía y allá paciente me esperaba ya que un día renegada me salí de donde no debía... corrí casi sin fuerzas y ante su presencia me postre implorando su perdón... y aquí estoy nuevamente de corazón para gritar al mundo entero que solo en ti hay salvación por eso y por todo lo haz hecho en mí yo te seguiré SEÑOR...
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