Pequeña del amor, tu no sabes, tu no puedes saberlo todavía, no me conmueve tu voz, ni el ángel de tu boca fría, ni tus reacciones de sándalo en que perfumas y expiras, ni tu mirada de virgen crucificada y ardida.
No me conmueve tu angustia, tan bien dicha, ni tu sollozar, callado y sin salida.
No me conmueven tus gestos de melancolía, ni tu anhelar, ni tu espera, ni la herida de la que me hablas afligida.
Me conmueves toda tu representando a tu vida, con esa pasión tan torpe y tan limpia, como el que quiere matarse para contar: soy suicida.
Hoja que apenas se mueve, ya se siente desprendida: voy a seguir queriéndote, todo el día.