Antes de que el factor solar fuese un factor, ser una gamba molaba.
Ya no hay excusas. Todos sabemos que hay que protegerse del sol. Lo dicen los reportajes científicos y los posts divertidos en los que aparece Bob Esponja. Resumiendo: hay que buscar la sombra entre las 11 y las 4 de la tarde, no hay que exponerse mucho al sol aunque se lleve protector, este debe tener un factor superior al 15 para que haga algo (y conviene no bajar del 30) y hay que reponérselo con frecuencia aunque el bote diga que es resistente al agua. El precio por acabar "renegría" es altísimo: manchas, envejecimiento prematuro de la piel y melanoma. La Asociación española contra el cancer explica con detalle en su web cómo protegerse. Además, estar muy moreno es muy feo, y quererlo obsesivamente tiene hasta un nombre de enfermedad: tanorexia.
Así que, no intenten nada de lo que sigue en sus casas.
Hubo un tiempo en el que inventar potingues caseros para ponerse moreno hacía furor.
Confieso, que como muchas adolescentes idiotas de mi generación, cometí barbaridades como aquella vez que me unté las pantorillas de aceite de oliva para tomar el sol. Acabé en el médico con quemaduras del dos y una bronca del factor 60. Sí, fui tonta (en otra ocasión me eché mayonesa en el pelo como mascarilla, fue apestoso, pero más inocuo).
No estaba sola en mis experimentos. Rebuscando en la arena de la arqueología playera, encontramos muchas otras barbaridades solares...
La más famosa: Mercromina con nivea. Mezclarlas ya era toda una hazaña (también había quien versioneaba el mejunje añadiendo betadine). Factor de protección nulo, pero al menos hidrataba. No así la Coca Cola que algunas ilusas se ponían en la piel, y luego hala, a la piscina a dejar el rastro.
La más gastronómicas optaban por el agua con sal o limón, o el aceite de oliva con vinagre, en plan sardina a la plancha. Yo tenía una amiga que se frotaba aceite Johnson con zanahoria. Rallada, la zanahoria; rayada, ella.
"Lo de la mercromina no lo había oído nunca", se sorprende el doctor Juan Carlos Moreno de la Academia Española de Dermatología. "Sí que había oido lo de echar yodo o limón a las cremas hidratantes". En el caso del limón, explica el médico, como en el de otros extractos vegetales, lo que se consigue es que el sol se acumule y dañe más la piel. "Es cierto que te pone moreno más rápido, pero los efectos negativos también se multiplican". Con el yodo la cosa es más sencilla: "Te pinta". "El aceite de oliva, como en la sartén, puede llegar a hervir", dice el doctor. ¿Y lo de comer zanahorias? "Eso es bueno, porque tienen antioxidantes, pero el efecto moreneante del betacaroteno es simplemente porque tiene ese color y tiende a depositarse en la piel, sobre todo en las palmas de las manos". "Lo que parece mentira es que con la tabarra que damos, haya gente que sigue haciendo estas barbaridades", se despide el médico.
Por el camino de una nostalgia más sana encontramos el temazo Wear sunscreen (Usad protector solar). Un hit de hace algo más de una década, que explica las cosas importantes de la vida, entre las que NO está ponerse moreno.