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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: guadamena  (Mensaje original) Enviado: 05/08/2011 15:39
  Enviado: 05/08/2011 09:25



 

Contigo

 

 

Estaba, pues, Jehová con Josué, y su nombre se divulgó por toda la tierra. Josué 6:27.

 

¿Cómo definir, con palabras, el dolor de Jaime? ¿Cómo explicar la causa de sus lágrimas? No es fácil. Los sueños son sagrados. Nacen en el alma, se van formando como un niño en el vientre materno: esperas, ansioso, el día de verle el rostro. Pero, ¿qué sucede si pasa el tiempo, y la realidad no aparece? Miras hacia adentro, y allí, en lo recóndito de tu ser, solo en­cuentras restos de algo que se negó a ver la luz. Y te asustas, y sientes que tu sueño se transformó en una horrible pesadilla.
Jaime soñaba con ser rico y famoso. Pensaba que, para eso, el primer paso sería liberarse de los "tabúes que el cristianismo le imponía".
"Al final de cuentas", pensaba, "vivimos en un mundo en que no hay lugar para los melindres de la conciencia". Y partió, como el águila, rumbo al infinito de sus aspiraciones. Voló, voló y voló, en busca del sol. Y de repente, sintió las alas chamuscadas en el fuego de la fama; y volvió, solo y triste, de regreso a su realidad de dolor y de lágrimas.
Diferente realidad la de Josué. "Su nombre se divulgó por toda la tierra", afirma el texto. El joven líder de Israel no buscó fama: busco servir, y el resul­tado fue la fama. Diferente de Jaime, que buscó la fama y encontró el dolor.
"Estaba, pues, Jehová con Josué". Esta frase expresa el secreto de Josué: Dios controlaba su vida y sus decisiones. Él era el principio, el medio y el fin de su experiencia. En el poder de Dios, enfrentó a los ejércitos enemigos de Canaán y los derrotó. Cada victoria alcanzada lo preparaba para la siguiente. Su confianza en Dios aumentaba. Aumentaban, también, su dependencia y su sumisión.
Pero, esta sumisión, lejos de convertirlo en un debilucho lleno de "ta­búes", lo convertía en un guerrero intrépido, capaz de ver la victoria antes de que los enemigos surgiesen. La preocupación que dominaba sus actos no era alcanzar la fama, sino servir a Dios y a su pueblo. La fama fue la consecuen­cia natural de ser guiado por el Señor.
Haz de este un día de confianza y de entrega a Dios; ten la seguridad de que tus decisiones no son solamente tuyas. Pide la aprobación divina y, des­pués, parte rumbo a las grandes victorias que el Señor tiene preparadas para ti. Porque "estaba, pues, Jehová con Josué, y su nombre se divulgó por toda la tierra".

 

  

¿No te comprenden?

Y Ana le respondió diciendo: no, señor mío; yo soy una mujer atribu­lada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. 1 Samuel 1:15.

 

El diálogo con su madre la había destrozado. Ingrid se preguntaba cómo una mujer tan inteligente y a la que siempre había admirado se mostraba incapaz de aceptar la decisión de la hija.
-¡Te estás volviendo loca! ¡Te han hecho un lavado cerebral! -le gritó.
Los ojos de aquella mujer, dulce y amorosa, ahora destellaban fuego.
El único delito de Ingrid era haber descubierto verdades bíblicas y desear respetarlas. Si, al menos, la madre aceptase estudiar la Biblia con ella, con el fin de comprobar lo que la Palabra de Dios dice... Pero, la señora se negaba, y simplemente respondía:
-¡Necesitas respetar la tradición de la familia!
¿Hasta qué punto la tradición es correcta? Ingrid se sentía incomprendida. Quería ser una mejor persona, y la madre insistía en hacerla sentir peor.
La joven se encontraba sola. Como una flor del desierto, tratando de resistir el vendaval. ¿Alguna vez te sentiste así? Las personas te juzgan, sin entender las razones de tu corazón; te condenan injustamente; te niegan el derecho de explicar.
El texto de hoy presenta la historia de una mujer incomprendida, como Ingrid. Ana había ido al Templo a orar, suplicar y clamar. Lo estaba haciendo en silencio, aunque sus labios se movían. El silencio es el templo sagrado del alma, que mucha gente trata de profanar. En el silencio de su corazón, Ana conversaba con Dios.
El sacerdote la vio de lejos, y pensó que estaba ebria; la juzgó y la conde­nó. A pesar de ser un líder religioso, fue incapaz de comprenderla.
Si hasta un ministro de Dios no logró entender el dolor de un corazón angustiado, ¿qué podrías esperar de otras personas? ¡Sigue adelante! No per­mitas que la incomprensión ajena interrumpa tu comunión con Jesús. Él te oye. Sabe lo que necesitas; conoce tu dolor. Eso es lo único que importa. Olvídate de lo que los demás piensen.

En tus horas de tristeza; cuando sientas el corazón a punto de explotar dentro de ti; cuando te veas inclinado a retrucar la agresión humana, piensa en la respuesta de Ana: "No, señor, yo no he bebido vino ni sidra, sino que soy una mujer atribulada y estoy derramando mi alma delante de Jehová".

Dios te bendiga,

Agosto 04 20

 

 

 

 


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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: ximena Enviado: 05/08/2011 16:13

Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: CORAA Enviado: 05/08/2011 19:17






Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Emperatriz Enviado: 05/08/2011 21:08


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