EL DAR Y EL RECIBIR
Toda relación es una relación de
dar y recibir. El dar engendra
el recibir, y el recibir engendra
el dar. Lo que sube debe bajar;
lo que se va debe volver.
En realidad, recibir es lo
mismo que dar, porque dar
y recibir son aspectos diferentes
del flujo de la energía en el
universo. Y si detenemos el
flujo de alguno de los
dos, obstaculizamos la inteligencia
de la naturaleza.
Cuanto más demos más
recibiremos, porque mantendremos
la abundancia del universo circulando
en nuestra vida.
En realidad, todo lo que
tiene valor en la vida se
multiplica únicamente
cuando es dado. Lo que no se
multiplica a través del dar,
ni vale la pena darse, ni
vale la pena recibirse.
Si al dar sentimos que hemos
perdido algo, el regalo no
ha sido dado en realidad,
y entonces no generará
abundancia. Cuando damos
a regañadientes, no hay
energía detrás de nuestro acto de dar.
Podemos regalar una flor;
una sola flor. Podemos llevar
una nota o una tarjeta que
exprese algo sobre
nuestros sentimientos
hacia la persona a quien
visitamos. Podemos llevar
un elogio. Podemos llevar una oración.
Incluso la sola idea de
dar, el simple deseo, o una
sencilla oración, tienen el
poder de afectar a los demás.
La vida es la danza eterna
de la conciencia, que
se manifiesta como un
intercambio dinámico
entre el dar y el recibir.
Cuando aprendemos a dar
aquello que buscamos,
activamos esa danza y
su coreografía con un
movimiento exquisito,
enérgico y vital, que
constituye el palpitar eterno de la vida.
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