Tema del día:
Preocuparnos por los demás
Acababa Jesús de hablar sobre la oveja
perdida, la que se ha apartado de las
otras 99, y dice que la voluntad del
Padre del cielo es que no se pierda
ni uno sólo, aunque ése nos parezca
pequeño o de poca relevancia.
Ahora Jesús nos da algunos consejos
para ver qué podemos hacer nosotros
para atraer o ganar a ese hermano perdido.
Hoy nos habla de la
“corrección fraterna”.
De hecho directamente se trata
del que nos ha ofendido, ya que
el que se siente ofendido debe
dar normalmente el primer paso
para la reconciliación; pero las
palabras de hoy se aplican para
otros muchos casos.
Y ello es porque no nos salvamos solos.
Somos seres sociables y formamos parte
de una comunidad.
Y todos debemos preocuparnos de los demás.
Esto quiere decir que no debemos ser
indiferentes ante las acciones de los demás.
Un padre no siempre tiene que callar, ni el
maestro o el educador deben permitirlo todo,
ni un amigo desentenderse cuando ve que
su amigo va por mal camino.
No es que nos vayamos a meter
siempre en los asuntos de los demás,
pero sí debemos sentirnos corresponsables
de su bien. No es lo mismo indiferencia que
respeto a la libertad.
Porque hay personas que aparentan ser
respetuosos; pero en el fondo es porque
no les importa nada la otra persona.
Hay gente que dice que no se mete con
nadie, pero es porque nadie tiene sitio en
su vida egoísta. Creen que no necesitan de
nadie; pero todos nos necesitamos y,
pensando en cristiano, todos somos
hermanos, que vamos juntos en este
caminar hacia Dios.
Ser indiferente es tener la actitud de Caín,
cuando respondió a Dios:
“¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?”
Tenemos que corregirnos, porque la
Iglesia no es una comunidad de “puros”,
sino de pecadores. Lo difícil es saber cómo
debemos actuar. Jesús lo ha previsto y
ha dispuesto una serie de actitudes a tomar.
Lo primero es que la corrección debe ser
entre dos. El que ha visto el “mal” en
otro debe dar el primer paso: un paso
discreto, que no debe trascender a ser
posible, para que el hermano pueda
conservar su honor y reputación. Jesús
nos enseña la delicadeza y el no airear
los defectos de los demás; porque esto no
sólo no le salvaría, sino que le hundiría aún
más. Lo esencial es el amor. La corrección
debe hacerse con humildad y sobre todo no
dejarse llevar por simpatías o antipatías,
sino por un amor verdadero: desear el bien
del hermano.
Por ello es tan importante el diálogo.
Y si lo es para todos, mucho más para los esposos.
Este es el primer paso: el diálogo entre dos,
no las críticas externas, con las cuales
no se consigue nada positivo.
Con el diálogo personal a veces sí se consigue.
Si es así podemos escuchar las palabras
de Jesús: “Has ganado a un hermano”.
Pero hay veces que tampoco lo consigue el
diálogo personal. No hay que resignarse a
los fracasos. Tampoco hay que condenar
enseguida sin probar otros medios.
Jesús nos habla de llamar a algunos otros:
puede ser la familia, especialmente los
padres o superiores. A veces tampoco resulta
. Entonces es que el mismo pecador se
excluye de la comunidad.
En la historia de la Iglesia se ha empleado
la excomunión, como signo de autoridad.
Pero de hecho lo que significaba es que la Iglesia
constata la separación que ya se ha dado
en el corazón de aquel cristiano:
su propia autoexcomunión.
Estas palabras de Jesús no son sólo para
que aprendamos a corregir, sino también
para que aprendamos a ser corregidos,
porque todos somos pecadores.
Todo ello realizado dentro del amor cristiano
y en clima de oración. La Iglesia es una
comunidad que ora. El ambiente de oración debe
influir nuestra vida cristiana, como influye
particularmente la vida de una familia cristiana.
Esta vida de oración no sólo es signo de la
presencia de Dios, sino que en realidad
Jesús dijo que iba a estar presente cuando ve
que una comunidad se reúne para orar.
De hecho esta oración es el signo real de que ha
habido perdón y que ese perdón está actual
en la comunidad.
Por medio de esta unión es como la Iglesia es
signo ante el mundo de la presencia de Dios.
Enviado por el P. Silverio Velasco (España)