Una indita muy chula, tenía su anafre en la banqueta, su comal negro y limpio, freía tamales en la manteca y gorditas de masa, piloncillo y canela, al salir de mi casa compraba un quinto para la escuela.
Por la tarde a las calles, sacaban mesas limpias, viejitas, nos vendían sus natillas, arroz de leche en sus cazuelitas; rica capirotada, tejocotes en miel y en la noche un atole tan champurrado que ya no hay de el.
Estas cosas hermosas, por que yo así las ví, ya no están en mi tierra, ya no están más aquí. Hoy mi México es bello, como nunca lo fue, pero cuando era niño tenía mi México un no se qué...
Empedradas sus calles eran tranquilas, bellas y quietas los pregones rasgaban el aire limpio, vendían cubetas, tierra palas macetas, la melcocha, la miel, chichicuilotes vivos, mezcal en penca y el aguamiel.
Al pasar los soldados salía la gente a mirar inquieta, hasta el tren de mulitas se detenía oyendo la trompeta. Las calandrias paraban, sólo el viejito fiel que vendía azucarillos improvisaba el verso aquel: "Azucarillos de a medio y de a real, para los niños qui queran mercar..."
Estas cosas hermosas, por que yo así las ví, ya no están en mi tierra, ya no están más aquí. Hoy mi México es bello, como nunca lo fue, pero cuando era niño tenía mi México un no se qué...
Autor/a: JOSE_CHAVARRIETA
|