Cuando ha quedado sin aclarar una disputa o cuando
creemos que se nos ha tratado injustamente,
tendemos a guardarles rencor a quienes consideramos
responsables de ello.
Nos empeñamos en pensar que no nos falta razón
para estar resentidos.
Pero a la larga, el rencor hace más daño al
que lo siente que a ninguna otra persona.
Los sentimientos negativos que estás alimentando al
mantener una actitud implacable ejercen
un efecto perjudicial sobre tu salud y tu temperamento.
Y lo que es peor aún, hurgar una y otra vez en las viejas
heridas del pasado puede predisponerte
para tener aún más experiencias desagradables en tu vida.
No tienes por qué mostrarte especialmente amistoso
hacia aquellas personas que te han hecho daño.
Pero si te niegas en redondo a perdonar y a olvidar,
estarás minando tu fuerza y tu flexibilidad,
acentuando tus sentimientos de impotencia y
arraigando en ti la creencia de que eres una víctima,
en vez de alguien que sabe controlar la situación.
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